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Historias sorprendentes: sensibilidad táctil

Actualizado: 22 ene 2022

Nuestra sensibilidad con la ropa es un tema difícil de entender. Desde niña tuve dificultades para usar ciertas texturas, por ejemplo, no podía usar poleras de cuello alto, tampoco telas duras o que eran como plásticas, menos lana y ni hablar de las puntillas o botones que por ásperos no se pueden tocar.

Ah, y los vestidos “encerrados” de esos que solo entras por abajo… Entrar en esa ropa es simplemente imposible para mi, de hecho una vez me convencieron de colocarme uno de esos vestidos y cuando me lo puse mi única reacción fue literalmente “rasgarme las vestiduras”. Lamentablemente, estaba metida en un vestido de mi hermana y fue un poco incómodo tratar de explicarle que su maravilloso vestido había sufrido un accidente sensorial.Aún recuerdo el diseño , era blanco con tulipanes rojos.

Cultura telar

La gente se sorprendería si supiera cuantas composiciones, cuantos nombres y cuantos diferentes porcentajes de combinaciones posibles de diferentes materiales lleva puesta encima, sin tener ninguna incomodidad, sin sufrir ninguna sensación.

Para otros seres humanos el roce de una tela un día determinado puede significar el roce con el infierno mismo. Es difícil de explicar, pero es algo así como quemarte con aceite o como el ardor que sientes cuando tocas una bandeja en el horno caliente, o como si alambres te rasparan dolorosamente el cuerpo.

Mi teoría es que nos diseñaron con más terminaciones nerviosas que envían señales eléctricas a alguna parte del cerebro donde dice “corre o morirás”…

Cuando era chica, existía la creencia que las niñas debían usar unas especies de shorts tejidos color rojo, por supuesto, nunca fue posible meterme dentro de uno, yo usaba ropa blanca y jardineras anchas. Recuerdo que en la parte interna de los trajes de baño había una especie de forro de doble tela que al meterme al mar se llenaba de arena y eso era como cargar con una arenera completa, caminaba como cangrejo y solo pensaba en como sacármela!!!

También tuve conflictos en la adolescencia por querer vestirme de determinada manera, yo prefería vestir casi con uniforme. Mi mamá decía “ ya está con la remera de la Promesa”. Para mi vestirse era usar una remera blanca con jeans de esos prelavados de verano que eran muy suaves y descalza porque los pies son como una vía de escape de fuego, debo tener un diseño de nave espacial con retropropulsores en la planta de mis pies.

Solo usaba ropa Lila y violeta, de algodón o batista porque eran suaves. La verdad es que hubiera sido perfecto andar de raso pero supongo que se hubiese visto un poco extravagante ese brillo por la vida, aunque esa tela es suave pero no se estira, nada como el algodón 100%!!!

Cuando tenía 15 años aparecieron las famosas medias de toalla, de verdad espero que ese diseñador haya cambiado de trabajo. ¿A quién se le ocurre poner toalla en tus calcetines??? Mi mamá me decía “dalas vuelta” y mi planta del pie sabía con precisión que me estaba haciendo una terapia de acupuntura masiva…

Fui muy feliz el día que pude escoger mi ropa y ahí poder desligarme de lo que dijera mi mamá que hasta la fecha me dice: “¿y no te querés cambiar?” Creo que ya es solo una maña de ella, porque parece que nunca entendió que habían telas que me molestaban y al parecer yo no sabía decirlo con estas palabras.

Tiempo después descubrí el terciopelo, mis inviernos se volvieron cómodos, muy de diseño (me los diseñaba una amiga), cómodos como nunca en la vida, pantalones, remeras , abrigos…me veía siempre igual pero fui feliz.

Años mas tarde, lo más difícil de la vida fue cuando mi hija pequeña tenía sensibilidad sensorial y yo no me daba cuenta. Ella no resistía la ropa tampoco, hacía unos escándalos tremendos cuando el calcetín le ajustaba un poco. Éramos felices de noviembre a marzo porque ella solo usaba ropa de baño, pero apenas empezaba el colegio, de nuevo empezaban las guerras por la ropa. Me da mucha pena no haberme dado cuenta que a ella le pasaba lo mismo que a mi y que tampoco podía decirlo.

Lo cierto y amoroso es que aprendí. Mi hijo más pequeño también tiene sensibilidad sensorial, así que ahora puedo estar más atenta, comprar ropa de algodón suave, lo dejo que toque las texturas y elija sus colores, y cuando el prefiere estar metido en su oso de pijama peludo lo entiendo. Ahí adentro es muy feliz y si pudiera lo dejaría ir así a la escuela.Mi ropa de pandemia una remera de algodón y calzas cortas, una magia poder vestirme igual todos los días de mi vida , sin incomodar al entorno, que entendiendo las reglas sociales hay que adecuarse según el dicho "Al lugar que fueres haz lo que vieres", mi primer consejo masking!

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